Requiem for Detroit, Julien Temple, 2010

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Posted by Alejo Cava | Posted in , | Posted on jueves, julio 22, 2010

¿Qué, julio 22?
¿Qué significa esto?
¡Si la última reseña fue el 17 de Abril!



Amables y exigentes lectores:

No sólo ustedes querían leer reseñas sino también yo escribirlas, y mi insensatez ha sido mucha tanto para ustedes como para mi querida co-escritora que ha quedado inmovilizada atendiendo piadosamente a nuestro voto cortés de alternación. Alguien me contó que en Merida se intentó alentar la amabilidad cívica de los automovilistas poniendo el anuncio de "uno por uno" en los cruces y que un pobre conductor se quedó esperando toda la noche a que viniera un carro para poder pasar, éste mal chiste de yucatecos ejemplifica bien lo que le pasó a mi querida colaboradora quien se quedó esperando meses debido a la negligencia de su mal servidor. De cualquier modo ella entiende, yo entiendo y todos entendemos que esto se hace por pura afición, que a veces el tiempo no está de nuestro lado y que a veces la vida nos arroja lejos de nuestros secretos y pequeños gustos. Éste y otros abandono en ocasiones tienen algo de poético. Adoró que uno se tenga que disculpar así en francés: Je suis désolé. Por más pequeña que haya sido la omisión o descortesía, uno siempre queda "desolado". A veces suena a sarcasmo, a veces por su constante uso uno cree que los franco-parlantes viven desolados y ¿qué no es así la condición humana? Para aquellos toser o tirar algo accidentalmente recuerda siempre el vacío de la existencia.

Siempre me han fascinado los lugares desolados. Al respecto París se queda muy lejos de Detroit, y sin embargo a estas ciudades les une cierta nostalgia del tipo. Ciudades-Jazz, ciudades-conductoras del Renault y del Chevrolet. Mientras Paris se reconstruye cada generación, de Detroit no queda sino el chasis que tercamente desea persistir y recordarnos la gloría de su pasado. Estas reflexiones me nacieron al mirar el documental producido por la BBC: Requiem for Detroit, que examina el auge y caída de la ciudad; metáfora del sueño americano. La obra está extraordinariamente producido y documentada, aborda diversos aspectos de la vida en esa ciudad yendo desde su inesperado éxito mundial, su producción automotriz y artística —cuna del ritmo Motown, Madonna y su propio Hip Hop— hasta el Apocalipsis de sus días. Pueden verlo completo a continuación:


En Detroit hoy en día crecen arbustos y frondosos árboles en las fábricas de lo que fue alguna vez la ciudad industrial más importante del mundo. Ciervos cruzan sus autopistas, y neo-hippies trabajan la tierra de lo que fueron casas y patios de antiguos ejecutivos y obreros. La industrialización es historia. En algún tiempo fue la Nueva York de las planicies centrales, artistas de todo el mundo —como nuestro Diego Rivera— narraban sus hazañas en las paredes de sus muros. La vieja Detroit; modelo internacional de progreso. La división racial, las crisis petroleras, la ambición sin escrúpulos y todo un mundo que les aprendió a ser eficientes y competitivos acabó con los sueños de Henry Ford. En el antiguo y lujoso teatro dedicado en su nombre se erigió un estacionamiento donde trovadores modernos lloran la caída de la vieja Troya. Marshall Mathers Tercero, Virgilio de la octava milla se une al coro de los artistas que suelen preceder el fin de los imperios.

¿Es trágico? Sin duda, pero también hermoso. Conmueve observar que en apenas unas décadas la naturaleza reclama para sí el símbolo de la industria y el egoísmo. Nos recuerda que el valor no se encuentra en la producción de los bienes de consumo, que dicho modelo ha fenecido o debe fenecer, que nadie desea los viejos automóviles americanos: inconscientes petroleros, estorbosos egocéntricos y consumistas aspiracionales. Qué los autos ya no anden en gas, que no se tengan que construir carreteras para que podamos caminar y que las ciudades en lugar de los grises del concreto se pavimenten de verde.

Finalmente, después de la barbarie del hombre que vivía para el fetiche del objeto todo vuelve al origen, los nuevos habitantes de Detroit se reúnen en torno a una fogata contando las aventuras de su día en la siembra, a la luz de las estrellas ven la silueta de una ciudad que no se acaba por derrumbar: no más obreros explotados sino orgullosos granjeros, a ellos les cobija la sombra de los rascacielos.



Detroit: Je suis désolé y tú también.